Anochece ya en la aldea,
la Señora se prepara
para emprender el camino,
que de Almonte la separa
entre retamas y pinos.
Ha “merecío” la pena
ay, tantas horas de espera,
para ver a la Señora
con su traje de pastora,
que este mismo año lo estrena.
Y yo no sé interpretar
la mirada de mi Virgen,
pues “pa” mí que se sonríe,
pero también que se aflige,
al tenerse que marchar.
Hijos míos, que os quedais
en mi aldea del rocío,
de vosotros no me olvido,
si sois los que me llevais,
en el corazón “prendío”.
Nueve meses no son “ná”,
se pasan en una “volá”,
y aunque ya no esté en la ermita,
si alguno me necesita,
que me llame sin tardar.
Que cuidéis a los abuelos,
“pa” que no me echen de menos,
hasta que vuelva de nuevo,
a verlos junto a mi vera
la próxima primavera.
Una manta “reliá”
me resguardaba del frío,
de la lluvia y del calor,
pero nunca del gentío,
que me lleva con amor.
Noto la brisa en mi cara,
huelo a eucalipto y a jara,
y aunque el capote me ciega,
siento también esa estrella,
que en el cielo no se apaga.
Y mi Niño el Pastorcillo,
como cualquier otro chiquillo
“cansaito” de caminar,
en mis brazos va “dormío”
sin miedo a la oscuridad.
Despierta, Niño, llegamos,
ya estamos en el Chaparral
no te sueltes de mis manos,
no te vayan a achuchar,
que hay mucha gente este año.
Mira esa niña que llora
y no se puede aguantar,
pues se acuerda que su madre
este año no estará
para rezarme una salve.
El sol está iluminando
la cara de la Pastora;
han “esperao” siete años,
siete años esperando,
para ver a su Patrona.
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